La Selección
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Por, Leonidas Alfaro Bedolla (Author)
Cuando el árbitro japonés dio el último silbatazo del XX campeonato mundial de futbol en Brasil, los mexicanos de todo el mundo enloquecieron. Pasaron las horas, los días, luego los meses, y poco a poco, se fue dando el cambio, porque desde entonces, fueron miles los que dieron, por fin: vuelta a la tuerca. La manera de pensar ya no fue la misma, se había alejado el conformismo. México campeón mundial; había impuesto su fútbol. Y el fútbol fue reconocido por los mexicanos como el deporte que es, el juego que un simple balón domina, porque hace con-jugar, reunir, con-vivir; también soñar, pero con los ojos abiertos y los pies bien puestos en la tierra, donde los proyectos se fincan en base a realidades. Santiago Macarena, (free lance), se las ingenió para vender lo que guardaba en sus alforjas, y fue en ESPM, donde fue aceptada su oferta. Se explayó aportando, eso sí, con estilo de grande, para informar: -"La Selección de Futbol que ahora representa a México, nace de un proyecto ciudadano, una decisión que brotó del hartazgo de un país en crisis con la moral devastada. Una perversa oligarquía aprisionó a la nación, convirtiéndola en un botín que se habían repartido en medio de un huracán de vientos envenenados, donde la droga y todo tipo de prostitución era la fuerza de ese imperio. Si me preguntan por los héroes de este triunfo, no los mencionaré, y no es que tema por ellos, y mucho menos que no merezcan el homenaje. Lo que sucede, es que detrás de ellos hay millones de héroes; son el pueblo de México, ese pueblo valiente que no permitió que su patria se hundiera en el estercolero de la mediocridad, la impunidad y la injusticia. Sin embargo, alguien dirá: todo esto no tiene sentido, es sólo un juego de retórica". Al salir del programa, el periodista abandonó el edificio, tomó un taxi y se fue a un bar de la playa de Ipanema. La zamba, la alegría de los parroquianos, de esos otros que no les importa el fútbol sino el.
Cuando el árbitro japonés dio el último silbatazo del XX campeonato mundial de futbol en Brasil, los mexicanos de todo el mundo enloquecieron. Pasaron las horas, los días, luego los meses, y poco a poco, se fue dando el cambio, porque desde entonces, fueron miles los que dieron, por fin: vuelta a la tuerca. La manera de pensar ya no fue la misma, se había alejado el conformismo. México campeón mundial; había impuesto su fútbol. Y el fútbol fue reconocido por los mexicanos como el deporte que es, el juego que un simple balón domina, porque hace con-jugar, reunir, con-vivir; también soñar, pero con los ojos abiertos y los pies bien puestos en la tierra, donde los proyectos se fincan en base a realidades. Santiago Macarena, (free lance), se las ingenió para vender lo que guardaba en sus alforjas, y fue en ESPM, donde fue aceptada su oferta. Se explayó aportando, eso sí, con estilo de grande, para informar: -"La Selección de Futbol que ahora representa a México, nace de un proyecto ciudadano, una decisión que brotó del hartazgo de un país en crisis con la moral devastada. Una perversa oligarquía aprisionó a la nación, convirtiéndola en un botín que se habían repartido en medio de un huracán de vientos envenenados, donde la droga y todo tipo de prostitución era la fuerza de ese imperio. Si me preguntan por los héroes de este triunfo, no los mencionaré, y no es que tema por ellos, y mucho menos que no merezcan el homenaje. Lo que sucede, es que detrás de ellos hay millones de héroes; son el pueblo de México, ese pueblo valiente que no permitió que su patria se hundiera en el estercolero de la mediocridad, la impunidad y la injusticia. Sin embargo, alguien dirá: todo esto no tiene sentido, es sólo un juego de retórica". Al salir del programa, el periodista abandonó el edificio, tomó un taxi y se fue a un bar de la playa de Ipanema. La zamba, la alegría de los parroquianos, de esos otros que no les importa el fútbol sino el.